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¿Cómo podemos los cristianos glorificar a Dios en este período navideño? - Sugel Michelén


Pablo nos dice en 1Cor. 10:31 que ya sea comer o beber, o cualquier otra cosa que hagamos, debemos hacerlo para la gloria de Dios. ¿Qué podemos hacer en esta temporada navideña de modo que nuestro Dios sea glorificado en nuestras vidas?


¿Deberíamos abstraernos por completo de ella y actuar como si nada estuviese sucediendo? ¿O debemos más bien adaptarnos completamente al espíritu que se respira en estos días? Después de todo, lo que se está celebrando es el nacimiento del Hijo de Dios. ¿Cómo podemos enfrentar adecuadamente esta situación?


Al acercarnos a estudiar este tema debemos reconocer que existen tres grandes obstáculos que pueden oscurecer nuestro entendimiento en cuanto a la celebración de la Navidad.


El primer obstáculo que tal vez algunos tendrán que salvar son las tradiciones que hemos heredado acerca de este tiempo. La mayoría de nosotros tenemos detrás todo un cúmulo de tradiciones conectadas con este período navideño, tradiciones que querámoslo o no forman parte de nuestra forma de pensar, de nuestra estructura emocional.


Las tradiciones no son necesariamente malas en sí mismas. Algunas sí lo son, pero otras son neutrales. No criticamos el hecho de que las familias tengan tradiciones. Lo que estamos diciendo es que las tradiciones pueden convertirse en un momento dado en un obstáculo para recibir sin prejuicio la Palabra de Dios.


En Mt. 15:6 el Señor reprende a los líderes religiosos de Israel en aquellos días diciendo: “Habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición”. Cuando damos a las tradiciones un valor más alto que el que damos a la enseñanza de la Palabra de Dios terminamos anulando la Palabra, y yéndonos en contra de ella por guardar nuestras tradiciones.


Y es muy probable que las tradiciones que la mayoría de nosotros tenemos relacionadas con la Navidad, nos dificulten sopesar los principios bíblicos con objetividad.


El segundo obstáculo que algunos tendrán que enfrentar al tratar con este tema son las emociones y sentimientos que cada uno de nosotros ha desarrollado relacionados con la Navidad. En algunos la Navidad despierta hermosos recuerdos familiares, de tal manera que tan pronto se menciona la palabra “Navidad”, los recuerdos comienzan a aflorar, y con él los sentimientos y emociones.


La familia reunida alrededor de la cena, tíos y primos que viven en lugares distantes y a los que vemos únicamente en esta época del año, el intercambio de regalos, los villancicos, etc.


En otros la navidad despierta sentimientos y emociones muy negativos. Cuando recuerdan aquellos tiempos cuando nos enteramos que Santa Claus y los Reyes Magos no eran otros que nuestros padres. O cuando piensan en las presiones que vienen conectadas con este tiempo, o en la bacanal que se genera en la supuesta celebración del nacimiento del Hijo de Dios.


Estas personas quisieran que la Navidad no existiera. Y cada vez que tienen que ir a las tiendas y las encuentran abarrotadas de gentes, y las calles llenas de tráfico, se indisponen más contra el famoso espíritu de la Navidad.


Tales emociones y sentimientos, positivos o negativos, pueden oscurecer nuestro juicio y obstaculizar que recibamos la enseñanza de las Escrituras con un corazón abierto.


El tercer obstáculo que dificultará la receptividad de este tema es la presión del mundo. Hay una presión por todas partes a imbuirnos del espíritu navideño. Es prácticamente imposible escapar del influjo de esa presión. Se siente donde quiera que vayamos. Y no sólo nosotros, sino también nuestros hijos.


Ahora bien, al enfrentar esta presión del mundo hay dos cosas que debemos tener en mente. Por un lado las Escrituras nos enseñan que no debemos amoldarnos a los patrones de este mundo.


En Rom. 12:2 Pablo nos dice que no debemos conformarnos a este siglo, que no debemos asumir ese patrón. Hemos sido libertados por Cristo para no ser nunca más esclavos de nadie, excepto de Él.


Pero por el otro lado tenemos la enseñanza de 1Cor. 919ss, donde Pablo nos dice que para no presentar un tropiezo innecesario para la receptividad del evangelio, él se hace judío para ganarse al judío. “Siendo libre de todos, me he hecho siervos de todos para ganar a mayor número”.


Esto genera una tensión que debemos aprender a manejar. No queremos amoldarnos a este mundo, pero en cosas que son neutras, y por amor a las almas perdidas que están en el mundo, no queremos asumir un patrón de vida que pueda levantar un tropiezo innecesario.


Ahora, noten que estamos hablando de cosas neutras, y de tropiezos innecesarios. Cuando decimos que una cosa es moralmente neutra estamos hablando de algo que Dios no ha mandado ni ha prohibido. Para algunos impíos es un tropiezo que vengamos a la Iglesia cada domingo, y no una vez sino dos veces. En tal caso debemos dejarlos tropezar porque se trata de un tropiezo necesario. Dios ha mandado en Su Palabra que Su pueblo se congregue en este día para adorarle a Él.


Por más que queramos no podremos nunca quitarle a la cruz de Cristo aquello que molesta y provoca al hombre incrédulo. Pero debemos ser sabios, y en algunas cosas neutras tendremos que hacernos judío para ganarnos al judío.


El asunto no es tan sencillo como hacer una lista de cosas prohibidas y otra de cosas permitidas. Se trata de algo más complejo que requerirá de nosotros que usemos nuestro discernimiento.


¿Qué debemos hacer? Por un lado debemos orar. Debemos clamar a Dios que nos conceda el poder levantarnos por encima de nuestras tradiciones, por encima de nuestros propios recuerdos y sentimientos, por encima de los patrones del mundo, de modo que atemos nuestras conciencias al testimonio de Su Palabra.


Toda tradición, todo sentimiento personal, todo patrón del mundo debe ser examinado a la luz de la norma objetiva de la voluntad de Dios revelada en Su Palabra (comp. Is. 8:20; Jn. 14:15; 15:14).


En segundo lugar, debemos orar a Dios que nos guarde de nuestras propias emociones y sentimientos de tal manera que no oscurezcan nuestro juicio para entender y aplicar en nuestras vidas la voluntad de Dios revelada en Su Palabra.


Por otra parte debemos orar a Dios que nos de discernimiento para saber distinguir entre lo que podríamos llamar una pecaminosa conformidad a los patrones de este mundo, y lo que es una justa acomodación a algo neutral con el propósito de no poner tropiezos innecesarios a los hombres para el evangelio (Fil. 1:9-11).



© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo.

Tomado de un artículo de Coalición por el evangelio.


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