Las consecuencias del pecado en la vida de un Cristiano - Parte 1 - Adrian Rogers
Hermanos y hermanas hoy les traemos una hermosa lectura del Pastor Adrian Rogers que ya se encuentra en la presencia de Dios, esperamos que sea de bendición y de edificación.
Al ser un poca larga la lectura la hemos dividido, la segunda parte la compartiremos la próxima semana.
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mimaldad, y límpiame de mi pecado” Salmo 51:1, 2
En el Salmo 51, encontramos la historia del pecado del rey David. Él cometió un horrible, odioso y perjudicial pecado, a pesar de ser hijo de Dios. Yo espero encontrarme con David en el cielo. Él fue un hombre conforme al corazón de Dios a pesar de haber cometido un pecado tan abominable, terrible y despreciable. Lo que nosotros vemos es esto: Si un cristiano está atado al pecado, está atado al sufrimiento. No perderá su salvación, pero el sufrimiento viene tras el pecado como la noche viene tras el día.
Primero consideremos las consecuencias del pecado en la vida de un cristiano, y luego pensemos sobre la limpieza del mismo. Recuerde que el Salmo 51 fue escrito por David después de haber vuelto su corazón a Dios. Él recuerda las consecuencias de su pecado y escribe su historia, un registro para que leamos y aprendamos. Usted puede buscar una Biblia y tenerla abierta en el Salmo 51 a medida que continuamos.
EL PECADO ENSUCIA EL ALMA
Aquí David está orando: “Oh Dios, lávame; Oh Dios, límpiame”. Pero él es un rey que viste túnicas reales, duerme en cama de seda, se baña en tina de mármol con jabón perfumado, pero aún así se siente mugriento, sucio. ¿Sabía que si usted es hijo de Dios y peca, se sentirá espiritualmente sucio? Y si no se siente sucio cuando peca, necesita preguntarse si ha llegado a ser salvo. Ningún cerdo ha dicho alguna vez: “Me siento afligido porque estoy sucio”. El hijo de Dios se da cuenta de que está sucio cuando peca.
Mucha gente tiene una forma de religión, pero nunca se ha limpiado. Ellos han sido almidonados y planchados, pero nunca han sido lavados. Tienen una suciedad que está presente todo el tiempo, al punto de que en realidad nunca se sienten sucios. Pero cuando un verdadero hijo de Dios peca, se siente sucio. Si usted es hijo de Dios y ha pecado, se ha sentido así. Quiero decirle esto: Si usted puede pecar sin sentirse sucio y mugriento espiritualmente, necesita preguntarse si alguna vez ha llegado a ser salvo; si realmente conoce al Señor.
EL PECADO DOMINA LA MENTE
En el versículo 3, David dice: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí”. Piense en la expresión: “Y mi pecado está siempre delante de mí”. Día y noche, noche y día, lo que David había hecho se había grabado de tal manera en su conciencia, retumbaba tanto en su espíritu que todo el tiempo estaba consciente de ello.
Una prueba para saber si usted es salvo no es ver si puede pecar, sino ver si puede pecar y simplemente ignorarlo, olvidarlo. Si usted es hijo de Dios, el Espíritu Santo no le permitirá ignorarlo ni olvidarlo. El Espíritu Santo pondrá su dedo en la llaga y hará presión. David dijo: “Mi pecado está siempre delante de mí”. El pecado cometido dominaba su mente. Eso no significa que conscientemente él estuviera pensando en el pecado todo el día. En su corazón y en su vida puede haber pecado. Es probable que usted esté intentando resolver un problema de matemáticas. Puede que en ese preciso momento no esté pensando en ese pecado, pero no significa que su pecado no esté siempre allí. Ahí está, ya sea en su mente consciente o quizás peor, en su mente subconsciente. Usted puede darle un empujón y quitarlo del frente de la puerta, pero él rondará la casa y entrará por una ventana. Se presentará en su subconsciente con un temperamento irritable, con desconcentración, insomnio, falta de gozo. Su pecado estará allí noche y día. Si usted sencillamente puede pecar y olvidarlo, necesita preguntarse: “¿En realidad he sido salvo?”.
Hay dos tipos de heridas que pueden llegar al alma humana, a la psiquis humana: una es la culpa y otra la tristeza. La tristeza es una herida limpia; dele tiempo y sanará, pero la culpa es una herida sucia. Simplemente se infecta y sigue así sin detenerse hasta que sea limpiada. Por eso David ora: “Oh Dios, mi alma se siente sucia, mi mente está dominada por lo que he hecho”.
EL PECADO DESHONRA AL SEÑOR
En el versículo 4, David le dice a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio”. Piense sobre la primera parte del versículo donde él dice: “Contra ti, contra ti solo he pecado”. Pero, ¿contra quién pecó David? Al pensar en eso, usted podría decir: “Al cometer adulterio David pecó contra su propio cuerpo. Obviamente también pecó contra su familia. Y no sólo pecó contra su cuerpo y contra su familia; pecó contra la nación de Israel”. Ninguno de estos pecados se menciona. Él vio el pecado como lo que realmente es, ¡una afrenta contra el Omnipotente Dios!
Como David amaba a Dios, su corazón estaba roto. Por eso dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos”. Cuando una persona quiere cometer adulterio, a veces planea una cita clandestina, algún encuentro confidencial en algún lugar oculto. Pero David cayó en la cuenta: “Mi Dios, me estabas mirando. Tus ojos vieron lo que hice. Oh Dios, Dios mío, Dios, el Dios que yo amo, Señor, he pecado contra ti. No sólo he quebrantado tu ley, sino que también he roto tu corazón”.
Un hombre no salvo a veces se siente mal por lo que el pecado le hace. Un hombre que es salvo se siente mal por lo que su pecado le hace a Dios. Esa es la diferencia. ¿Qué es lo que asusta a un esclavo cuando desobedece? El látigo. Pero cuando un hijo desobedece, es lastimado por el desagrado que le causa a su padre. Cuando usted ama a Dios, puede saber que es salvo cuando es el pecado, y no el castigo, lo que carga en su conciencia. David posiblemente pensó: “Mi pecado no sólo ha ensuciado mi alma, no sólo ha dominado mi mente, ¡ha deshonrado a mi Dios! Dios, he pecado contra ti”.
Tomado del libro “Lo que cada cristiano debe conocer”