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Biogafía Jonathan Edwards


Hola Iglesia, hoy en nuestro Blog les compartimos la biografía de un hombre que amo a Dios y su palabra de una manera especial, estamos hablando de Jonathan Edwards. Confiamos en el Señor que esto los anime a seguir creciendo en la Fe para la gloria de nuestro Dios.


Jonathan Edwards nació en el seno de una familia cristiana en 1703, en la colonia norteamericana de Connecticut (Nueva Inglaterra, más tarde Estados Unidos). Su padre, Timothy, era pastor congregacionalista. Al ser el único varón, el joven Jonathan parecía destinado a seguir los pasos de su padre en el ministerio. La sociedad de Nueva Inglaterra era nominalmente e institucionalmente protestante ya que sus orígenes se remontaban al siglo XVII, cuando los “padres peregrinos” (puritanos descontentos con la Iglesia de Inglaterra) cruzaron el Atlántico para establecerse en una tierra donde poder instaurar una teocracia basada en la Palabra de Dios.


Gracias a su aguda inteligencia, poco antes de cumplir los trece años ingresó en Yale College (1716), donde consiguió su licenciatura y doctorado (A.B., 1720, M.A., 1723). Cuando tenía once años escribió un ensayo sobre las arañas voladoras, cuya exactitud sigue asombrando hoy día. En Yale descubrió la obra del filósofo inglés John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, que motivó su propio pensamiento filosófico, digno de un pensador original y profundo. En mayo de 1724 fue nombrado tutor del colegio. Durante seis meses, comenzando en agosto de 1722, predicó en la congregación Presbiteriana Escocesa de Nueva York. El 15 de febrero de 1727 fue ordenado pastor asociado de la iglesia en Northampton (Massachusettes), donde su abuelo era pastor. En 1727 contrajo matrimonio con Sarah Pierrepont de New Haven; un feliz matrimonio que iba a durar treinta años y dar a luz doce hijos. }


Aunque Jonathan Edwards estuvo influido desde que nació por la predicación de la Palabra de Dios, los devocionales familiares, y cultos de domingo y entre semana, más tarde explicaría que su interés por la religión durante su niñez había estado impregnado de sentimientos de autosuficiencia y justicia propia. En su adolescencia padeció una grave enfermedad que le acercó a la muerte y, como él mismo dijo, Dios le “sacudió sobre el hoyo del infierno”. Edwards no estaba ahora tan seguro de que fuese cristiano realmente. Por este tiempo y de manera gradual, fue entendiendo que sólo la gracia de Dios podía salvarle y no sus obras o esfuerzos.


La experiencia espiritual verdadera, como explicaría más adelante en sus sermones y escritos, no consiste en estar seguro de que uno es salvo y deleitarse en que es amado por Dios; más bien, el creyente se fija en Dios mismo y aprecia que es perfecto en todos sus atributos y hermoso y majestuoso en sí mismo. Un espíritu de adoración consiste en desprenderse de uno mismo y acercarse contrito y humillado ante la presencia de un Dios santo. La santidad de Dios era para Jonathan Edwards lo que hacía deseable conocerle y estar en Su presencia por toda la eternidad. La vida de este joven había cambiado con esta visión renovada de la divinidad y con una nueva determinación de vivir para Su gloria.


Después de un breve período como ayudante de pastor, finalmente Edwards se estableció como pastor en Northampton (Massachusetts). Era un pueblo pequeño (unos 1.200 habitantes) pero conocido por su fervor religioso, Durante los años 1734-35, siendo Edwards pastor, hubo un avivamiento espiritual en Northampton y otros pueblos cercanos. Más de 300 personas se convirtieron al Señor en unos seis meses en Northampton tan solo. Edwards describiría más tarde este avivamiento como un “derramamiento del Espíritu de Dios” y un tiempo de “conversiones sorprendentes”.

Entre los años 1735 y 1737 su predicación dio como resultado un gran avivamiento espiritual en medio su congregación, que pronto se extendió a otros lugares. Fue un movimiento tanto social como religioso, de hecho, una auténtica revolución que alcanzó a todas las colonias americanas. En esos años entabló una amistad profunda con George Whitefield (v.), entonces predicador itinerante en América.


Pasado el avivamiento, Edwards seguiría instruyendo y exhortando desde el púlpito a su congregación durante varios años con sermones Cristo-céntricos y teológicamente profundos.


Con casi 50 años, mujer e hijos, y con una salud muy frágil, Edwards pasaría sus últimos años como misionero entre los indios (o ‘nativos americanos’) en el asentamiento fronterizo de Stockbridge. Desde antes Edwards ya había promovido las misiones entre las gentes no alcanzadas por el evangelio. Una de sus obras publicadas y más leídas era La vida de David Brainerd,(Lea la biografía de Brainerd aquí).


Jonathan Edwards moriría a causa de la viruela en 1758 estando lejos de su mujer y sus hijos, ya que realizaba un viaje para conocer la incipiente universidad de Princeton, donde se le había ofrecido el puesto de rector.


Hoy en día la vida de Edwards sigue siendo de edificación para la iglesia, gracias a sus libros, pensamientos de la santidad de Dios y sus predicaciones entre ellas cuales se destaca Pecadores en las manos de un Dios airado:

La mayor parte del texto del sermón consiste en diez "consideraciones":

  1. Dios puede enviar a los pecadores al infierno en cualquier momento, siempre que así lo disponga.

  2. Los pecadores se merecen ir al infierno. La justicia divina no impide que Dios destruya a los pecadores en cualquier momento.

  3. Los pecadores, en "este" momento, sufren la condena de Dios en el infierno.

  4. Los pecadores, en este mismo momento, sufren los tormentos del infierno en la tierra. Los pecadores no deben creer que porque no se encuentren físicamente en el infierno que Dios (en cuyas manos se encuentran los pecadores) no se encuentra airado con ellos, de la misma forma que se encuentra airado con las criaturas miserables a las que está atormentando "ahora" en el infierno y que en este mismo momento sienten el dolor de su ira.

  5. En cualquier momento que Dios quiera, Satanás cae sobre los pecadores y los reclama como suyos.

  6. Si no fuera por la presencia de Dios, que retiene las almas de los pecadores, los príncipes del infierno reinarían en el presente y arrojarían a todos los pecadores al infierno.

  7. Aunque en un momento dado la muerte no parezca inminente los pecadores no deberían sentirse seguros.

  8. Aunque es natural cuidarse o que otros cuiden de uno, los hombres no deberían sentirse a salvo de la ira de Dios.

  9. Todo lo que hagan los pecadores para salvarse de los castigos del infierno no servirá de nada si continúan rechazando a Cristo.

  10. Dios nunca ha prometido salvarnos del infierno, excepto a los que están contenidos en Cristo mediante la alianza de la Gracia.

Jonathan Edwards fue interrumpido muchas veces antes de finalizar el sermón por personas lamentándose, llorando y gritando "¿Qué debo hacer para salvarme?" El sermón de Edwards todavía continúa siendo uno de los principales ejemplos de los sermones del Gran Despertar y todavía se utiliza en estudios académicos y religiosos. Aunque ha recibido numerosas críticas, todavía continúa siendo leído actualmente, más de 270 años después.


Edwards fue un hombre que dejado legado gracias a su amor por Dios y oramos para que Dios nos permita ser hombres comprometidos por su verdad y la necesidad de llevar el evangelio a todos los que aún no le conocen.



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