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Biografía David Brainerd


Hola Iglesia, continuamos con las biografías de hombres y mujeres que nos animan con sus testimonios a vivir 100% para el Señor, hoy es el turno de un hombre que nos muestra como entregarse a Dios para poder predicar a diferentes culturas, estamos hablando de David Brainerd.


Su nombre tal vez sea desconocido para algunos, pero en la historia de la Iglesia figura como uno de los más ilustres. El gran misionero Henry Martyn decidió consumirse por las misiones después de leer su biografía diciendo ¡anhelo ser como él! También ha sido una viva inspiración para misioneros como William Carey, Robert McCheyne, David Livingstone, Andrew Murray. Así como para pastores, obreros y predicadores de todas las denominaciones y de todos los tiempos, desde Jonathan Edwards, John Wesley y Spurgeon, hasta otros más recientes como A. W. Tozer, Leonard Ravenhill; u otros más actuales como John Piper, Paul Washer o Paulo Junior entre muchos otros.


David Brainerd fue un misionero americano a los indios, nació en Haddam, Connecticut, el 20 de abril de 1718, Era hijo de Hezekiah Brainerd, y Dorothy Hobart. Desde la infancia David fue muy sensible, introspectivo, escrupuloso y sujeto a periodos de oscura depresión. Aunque preocupado por su alma, aterrorizado por el pensamiento de la muerte y en búsqueda de Dios fue que el 12 de julio de 1739 se convirtió a Cristo. En el otoño de ese año ingresó en Yale College para prepararse para el ministerio, pero tres años después ocurrió algo que motivó su expulsión del colegio.





Eran los tiempos del Gran Despertar y Brainerd simpatizaba con las 'Nuevas Luces' (Whitefield, Tennent y sus seguidores), asistiendo a sus reuniones cuando estaba prohibido hacerlo, además de criticar a uno de los tutores del colegio diciendo que 'tenía menos gracia que una silla.' Esta declaración llegó a oídos del rector Clap, quien ordenó que se disculpara ante profesores y estudiantes. Al negarse a hacerlo y estar asistiendo a reuniones no autorizadas por el colegio, fue expulsado; aunque en 1743 se ofreció a disculparse si recibía su titulación, le fue negada, acto que algunos del clero desaprobaron, habiendo una tradición que afirma que esa negativa fue el catalizador para la fundación de Princeton College, cuyos primeros tres presidentes estuvieron entre los más firmes defensores de Brainerd.


Tras estudiar con el reverendo Jedediah Mills de Ripton, Connecticut, obtuvo la licencia para predicar por la asociación de ministros de Danbury, Connecticut, el 29 de julio de 1742 y el mismo año fue aprobado como misionero por los representantes en Nueva York de la Society in Scotland for Propagating Christian Knowledge el 25 de noviembre, trabajando entre los indios en Kaunaumeek, un asentamiento en los bosques entre Stockbridge y Albany, desde abril de 1743 hasta marzo de 1744, bajo el reverendo John Sergeant. Fue ordenado como misionero por el presbiterio de Nueva York en Newark, New Jersey, el 12 de junio de 1744 y diez días más tarde comenzó a trabajar en lo que debía ser su campo permanente, la bifurcación del río Delaware, cerca de Easton, Pensilvania. En octubre visitó a los indios en el Susquehanna y el 19 de junio de 1745 comenzó a predicar en Crossweeksung, donde estaría el escenario de sus grandes logros. su diario, se los quedó Jonathan Edwards, quien compiló An Account of the Life of the Late Rev. David Brainerd (Boston, 1749), omitiendo las partes del diario ya publicadas. La vida y el diario entero, con sus cartas y otros escritos, fueron editados por S. E. Dwight (New Haven, 1822) y por J. M. Sherwood (Nueva York, 1884).


Queremos compartirles algunas de las partes más memorables de su vida las cuales encontramos en su diario y en diferentes escritos de su vida:


“Cierto joven de cuerpo enjuto, pero con un alma en que ardía el fuego del amor encendido por Dios, se encontró un día en una floresta que él no conocía. Era tarde y el sol ya declinaba hasta desaparecer en el horizonte, cuando el viajero, cansado por el largo viaje, divisó las espirales de humo de las hogueras de los indios pieles rojas. Después de apearse de su caballo y amarrarlo a un árbol, se acostó en el suelo para pasar la noche, orando fervorosamente. Sin que él se diera cuenta, algunos pieles rojas lo siguieron silenciosamente, como serpientes, durante la tarde. Ahora estaban parados detrás de los troncos de los árboles para desde allí contemplar la escena misteriosa de una figura de rostro pálido, que sólo, postrado en el suelo, clamaba a Dios. Los guerreros de la villa decidieron matarlo sin demora, pues decían que los blancos les daban agua ardiente a los pieles rojas para embriagarlos y luego robarles las cestas, las pieles de animales, y por último, adueñarse de sus tierras. Pero después que rodearon furtivamente al misionero, que postrado en el suelo oraba, y oyeron como clamaba al Gran Espíritu, insistiendo en que les salvase el alma, ellos se fueron, tan secretamente como habían venido. Al día siguiente el joven, que no sabía lo que había sucedido a su alrededor la tarde anterior mientras oraba entre los árboles, fue recibido en la villa en una forma en que él no esperaba. En el espacio abierto entre los Wigwams (barracas de pieles), los indios rodearon al joven, quien con el amor de Dios ardiéndole en el alma, leyó el capítulo 53 de Isaías. Mientras predicaba, Dios respondió a su oración de la noche anterior y las pieles rojas escucharon el sermón con lágrimas en los ojos. “


Su diario también nos cuenta “En la tarde prediqué sobre Lucas 15:16-23. Había mucha convicción visible entre los oyentes mientras yo predicaba; pero después, al hablarles en forma particular a algunos que se mostraban conmovidos, el poder de Dios descendió sobre el auditorio como un viento recio que soplaba y barrió todo de una manera espectacular. Me quedé en pie, admirado por la influencia de Dios que se apoderó casi totalmente del auditorio. Parecía, más que cualquier otra cosa, la fuerza irresistible de una gran corriente de agua, o un diluvio creciente, que derrumbaba y barría todo lo encontraba a su paso. Casi todos los presentes oraban y clamaban pidiendo misericordia, y muchos no podían permanecer en pie. La convicción que cada uno sentía era tan grande que parecían ignorar por completo a las personas que estaban a su alrededor, y cada uno continuaba orando y rogando por sí mismo. Entonces recordé a Zacarías 12:10-12 porque había un gran llanto como el llanto de Hadadrimón, pues parecía que cada uno lloraba aparte.”


David en una ocasión escribió: ´Vivo con muy pocas comodidades: mi dieta consiste en maíz hervido y comida rápida. Duermo en un colchón de paja, mi labor es sumamente difícil; y tengo poca experiencia de éxito para confortarme... En esta debilidad corporal, no soy poco afligido por la necesidad de comida apropiada. No tengo pan, ni puedo conseguirlo. Es forzoso viajar diez o quince millas para conseguir pan; y a veces se pone mohoso y se agria antes de que lo coma, si consigo una cantidad considerable... Pero por la bondad divina tengo alguna comida india de la que hago pequeños pasteles. Aun me siento contento con mis circunstancias, y dulcemente resignado a Dios."


David sufría de tuberculosis lo cual lo hizo tener una vida difícil y un ministerio complicado pero aun así fue un hombre agradecido con Dios y por el honor de predicar y vivir para el Señor hasta el día de su muerte.


Por fin, después de cinco años de viajes arduos por parajes solitarios, de innumerables aflicciones y de sufrir dolores incesantes en el cuerpo, David Brainerd, con tuberculois y con las fuerzas físicas casi enteramente agotadas, consiguió llegar a la casa de Jonathan Edwards. El peregrino ya había completado su carrera terrenal y esperaba solamente el carro de Dios que lo transportaría a la gloria, cuando estaba en su lecho de dolor, vio entrar a alguien con la Biblia en la mano y exclamó: ¡OH el libro amado! ¡Muy pronto voy a verlo abierto. Entonces sus misterios me serán revelados!


A medida que iban disminuyendo sus fuerzas físicas y su percepción espiritual iba en aumento, hablaba con más y más dificultad: “Fui hecho para la eternidad. Cómo anhelo estar con Dios y postrarme ante él. OH que el redentor pueda ver el fruto de la aflicción de su alma y quedar satisfecho. OH ven Jesús, ven pronto, amen” – y durmió en el Señor. Después de ese acontecimiento la novia de Brainerd, Jerusha comenzó a marchitarse como una flor, y cuatro meses después fue a morar también en la ciudad celeste. A un lado de su tumba está la tumba de David Brainerd, y del otro lado, la de su padre, Jonathan Edwards.


Para David Brainerd, el deseo más ferviente de su vida era arder como una llama, por Dios, hasta el último momento como él mismo lo decía: “anhelo ser una llama de fuego, constantemente ardiendo en el servicio divino, hasta el último momento, el momento de fallecer.”


Brainerd acabó su carrera terrenal a los 29 años. Sin embargo, a pesar de su debilidad física tan grande, hizo mucho más de lo que la mayoría de los hombres hacen en setenta años. Lo que David Brainerd escribió a su hermano, Israel, es para nosotros un desafío a la obra misionera:”Digo, ahora que estoy muriendo, que ni por todo lo que hay en el mundo, habría yo vivido mi vida de otra manera.”


Que vidas como está nos edifiquen para vivir para la gloria de nuestro Señor y tener a David Brainerd como ejemplo de que no es cuantos años vives sino como los vives.


Cuando algunos jóvenes en el ministerio le preguntaron a John Wesley que podían hacer para avivar la obra? Él les respondió: Que cada predicador lea cuidadosamente y detenidamente la biografía de David Brainerd, es por esta razón que gracias a nuestros hermanos de la página Diarios de avivamiento les compartimos un pequeño libro con lo más destacado de su biografía, espero sea de edificación para todos nosotros: David Brainerd el joven que nunca dejo de orar.



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